NO CULPES AL KARMA

El otro día estuve discutiendo con mi compañera de piso el concepto de destino hasta que vimos amanecer (aunque aquí amanece a las tres de la mañana, así que tan poco es tan impresionante)

Básicamente es creer que todo aquello que te sucede tiene algún significado o por el contrario pensar que la vida es solo una acumulación de sucesos aleatorios y que nada de lo que hagamos tiene importancia alguna. Vamos, que da igual que te dediques a salvar gatitos, lo mismo mañana te cae un meteorito en la cabeza. Porque si.

Yo aquí que soy la alegría de la huerta me inclinaba obviamente por la segunda. Muerte por meteorito.

Claro que no siempre he pensado así, hubo un momento de mi vida en el que era joven e inocente (o tonta y cruel, si le preguntas a mis amigos) y creía en el karma. Pórtate bien con el universo y el universo se portará bien contigo. Luego shit happens y te empiezas a plantear si no te dedicarías a torturar gatitos en otra vida.

Pero después de darle tantas vueltas al tema (divagar hasta la saciedad es parte del día a día en nuestra comuna) he llegado a pensar que tal vez estaba escogiendo la opción más fácil. Como haga lo que haga lo que me sucede va a ser aleatorio, pues para eso ni me preocupo.

A lo mejor el karma no es algo cósmico sino mental. Puede que rescatar un gatito de un árbol (al final todo se reduce a gatitos) no haga que te encuentres un billete de £20 por la calle (lo primero que se me ha ocurrido, sueño a lo grande) pero si haga que tu concepto de ti mismo, del mundo y en general de las cosas que te mereces, cambie.

Aprende a mirar de otra forma a tu alrededor – el hombre no es cruel por naturaleza. Es cierto que en masas nos volvemos todos un poco gilipollas y que vamos a cagarla millones de veces sin darnos cuenta. Pero piensa en alguien que conozcas bien e intenta recordar un acto altruista que haya hecho 

desde que lo conoces. Estoy segura de que todos tenemos algo (aunque no tenga que ver con gatitos)

Voy a poner de ejemplo a una de mis compañeras de piso – llamémosla UNO -, y espero que no le importe que la use. Hace un par de semanas mi otra compañera – le va a tocar ser DOS - cortó con su novio y me pidió que fuera a tomarme una cerveza con ella ya que no le apetecía estar sola. De camino le escribí un mensaje de “SOS” a UNO esperando que se reuniese con nosotras cuando pudiese. Veinte minutos después llegó a donde habíamos quedado. Había venido literalmente corriendo desde el trabajo (que no está precisamente al lado) porque sabía que su amiga la necesitaba. No sé a vosotros, a mí me tocó la patata.

Y aunque es verdad que no se encontró ningún billete de £20 (al menos que nos haya dicho), si que la han ascendido a supervisora. ¿Karma? Probablemente no. ¿Se lo merece y ella lo sabe? Totalmente.

No sé si os acordáis de una película titulada “Cadena de Favores” que se estrenó hace poco menos de 20 años. La película en si no era nada del otro mundo (de antena3 por la tarde como se decía en mi casa) pero la idea da bastante que pensar.  

Explicado mal y rápido consiste básicamente en ayudar a tres desconocidos con la esperanza de que estos a su vez hagan lo mismo por otros tres desconocidos expandiendo así una red de favores.

¿Y si intentásemos hacer lo mismo? Sé que no es tan fácil como en la película – no es que vayas caminando por la calle y puedas parar a algún desconocido y decirle “Buenas, señor al que no conozco de nada. Parece usted alicaído, ¿algo que pueda hacer por usted para cambiarle la vida?” Probablemente el señor huiría. Y si no huye él tú si deberías.

Pero si por casualidad nos encontramos con esas situaciones, ¿porqué no hacer lo que nos gustaría que nos pasara a nosotros si los papeles estuvieran invertidos? ¿Por qué no tener esperanza en la raza humana empezando por nosotros mismos?

Al final va a resultar que soy más moña de lo que pensaba. Mi cinismo vomita de rabia.

¿Qué opináis vosotros? ¿Creéis que tiene sentido algo de lo que he dicho?

¡Ánimo con la semana!