VAPORES MELANCOLICOS

No os asustéis, este post no es deprimente. Lo prometo. Es que me parecía gracioso el título, como cuando miras los ingredientes de una comida y lleva aroma de algo. ¿Como le echas aroma a algo? No es una pregunta retórica, de verdad me gustaría saberlo.

“¿Entonces no vas a hablar de humo triste?” ¡No! Hoy me apetecía divagar sobre todos esos recuerdos de nuestra infancia o juventud (y nótese que me siento vieja al hablar de juventud en pasado) a los que nuestra mente acude cuando la dejamos sola, y que no entendemos muy bien porque se han quedado tan marcados.

Mi primer recuerdo de yo como persona se remonta a cuando tenía unos cinco o seis años. Por aquel entonces me dedicaba a seguir como una lapa a mi hermana pidiéndole que jugase conmigo. Vamos, que era un coñazo de niña. Un día para librarse de mi me escribió una nota que decía “Mañana juego contigo”. Supongo que ya os imaginaréis como termina la historia. Cuando fui ilusionada a reclamar lo que era mío me replicó: “Claro, pero aquí dice que mañana juego contigo” Si estabais por España en aquel momento seguro que escuchasteis el grito.

En una nota positiva, padres o futuros padres del mundo, tenéis cuatro años para cagarla y haceros a la idea antes de romper al niño 😊

Otro recuerdo que tengo marcado ocurrió veraneando en Chipiona con mi familia. Estaba yo de morros por vete tú a saber que motivo, ya os he dicho que era un coñazo de niña, y de repente me di la vuelta con la sonrisa más radiante que probablemente había tenido hasta ese momento y solté: “Vale, ya no estoy enfadada” Como es predecible, yo no era especialmente conocida por tener enfados efímeros, así que yo creo que empezaron a sopesar un posible trastorno bipolar.

En realidad, era todo mucho más simple: había visto al chico del cole que me gustaba. Yo estaba muy feliz contemplándolo en la distancia como siempre. Pero claro, es mi familia. Mi tía me ofreció 500 pesetas por ir a decirle “hola” y para rematar mi prima empezó a perseguirle gritando “¡Te quiero!” Ah, la familia.

A los doce años fui a un campamento de verano con mí, por aquel entonces, mejor amiga. No sé si os acordáis de una serie llamada Embrujadas que estaba siendo emitida por entonces. Decir que nos gustaba es un entendimiento (¿esto se dice? Vaya Spanglish tengo). Teníamos un cuadernito donde habíamos apuntado todos y cada uno de los hechizos de la serie, más alguno de cosecha personal. Y si, lo llevábamos siempre encima – ni siquiera me voy a meter en ello xD

Siendo de las mayores del campamento, quisimos divertirnos un poco haciéndoles creer a los niños más pequeños que éramos brujas. Y menudas dotes de actuación tendríamos, porque funcionó. Al día siguiente teníamos al director del campamento en la puerta de nuestra cabaña diciéndole a su walkie talkie “comienza la operación bruja de primavera”

Ahora me rio, pero en aquel entonces pensé de verdad que iban a exorcizarnos. Menuda charla nos llevamos sobre los peligros de jugar con fuerzas oscuras. Me preguntó si sabía que los “hechizos” los sacamos de una serie (y señalo: de la traducción al español de una serie. Ni siquiera se molestaban en que rimara)

También recuerdo aquel verano que pasamos en el parque (¿cuál de ellos? No juzgues, el parque era gratis) y creamos “El clan de las brujitas” – ya veis que la charla de aquel pobre hombre no sirvió de mucho. Básicamente nos dedicábamos a sentarnos en aquel círculo giratorio y divagábamos sobre la vida. Un día llegué alterada y llorando, y tras contarles lo que había pasado empezaron a descojonarse. Aquel día sería conocido como el día F; La historia del filete.

Voy a dejarlo a vuestra imaginación, porque ya he visto que os sobra y estoy segura de que va a ser mejor que la historia verdadera :P

Espero no haber incumplido mi promesa. ¿Y vosotros? ¿Os acordáis de vuestro primer recuerdo? ¿Tenéis también algún recuerdo recurrente?

Y si sois tan afortunados de no ser yo ni tener que entrar a trabajar en unas horas, disfrutad del finde!